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domingo, 17 de diciembre de 2017

ESTA NOCHE TE CUENTO…… QUE CREO EN LAS MEIGAS

Seres mágicos….bufff. Cerramos año en ENTC con el tema de seres mágicos. A mí, que soy la reina de lo cotidiano, que escribo sobre señoras que no recuerdan si las lentejas llevan o no chorizo, me cuesta un mundo volcarme en un mundo de hadas y elfos. Pero soy gallega, así que no me queda otra que hace un relato de Meigas…porque eu non creo nas meigas, pero habelas, hainas.


Imagen tomada de internet

YO NO CREO EN LAS MEIGAS, PERO…

Del día que te ahorcaste, apenas recuerdo nada. Los silencios de la casa, inundados por el crujir de la madera bajo los pies del dueño de la funeraria. Que era enorme. Y tuerto. Eso sí que lo recuerdo. Y que no te descolgaron hasta que llegó el juez de paz, que no vino hasta que no acabó su partida de dominó. Lo esperé a tu lado, con la vista fija en tus zapatos de domingo. Pensando en por qué llevabas el izquierdo desatado. O por qué te habías atado el derecho. También recuerdo que no fui capaz de levantar la vista más allá de tu cintura. Tus piernas colgaban inertes. Me entró el absurdo deseo de empujarlas para provocar un movimiento pendular y cadencioso, como el de esos tentetiesos con los que juegan los bebés.
No recuerdo nada más.
El tuerto te llevó a la habitación. Y nos quedamos allí solos. Fue en ese momento, cuando vi tus ojos abiertos.
Supongo que a los muertos no les queda más que eso. Una imagen congelada en la retina. La última que han visto. O la última que hubieran deseado ver. Y allí, dentro de tu pupila, estaba ella.
Haberlas, haylas.


sábado, 16 de diciembre de 2017

HAY BELLEZA DEBAJO DE LAS COSAS

Hay películas que marcan. Escenas que no se olvidan.Y en este caso para mí esta es LA ESCENA y esta es LA PELÍCULA. Por eso le debía un microrrelato, que se va directo al libro de la MICROBIBLIOTECA como finalista de Noviembre, acompañado de los Micros de Susana Revuelta, Juancho Plaza y la inconmensurable Mar Horno.





American Beauty

Fue en el cine Gónviz. Yo tenía quince. Me besó justo cuando la bolsa blanca emprendió su vuelo anárquico y etéreo. El protagonista hablaba de que había vida bajo las cosas. Yo solo podía pensar en su lengua. Abrí un ojo y me concentré en aquella danza hipnótica. Supongo que eso es la belleza. El equilibrio. Un perfecto ejercicio de sincronización. La bolsa. Sus labios. El deseo. La electricidad.
Ayer lo encontré en el pediatra. Sabía que se había casado, pero no que tuviera niños. Su mujer amamantaba un bebé. Boca. Pezón. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Javier, grité. Y mi hijo dejó de molestar a una niña rubia. Javier también me miró. Desvié la vista hacia la ventana. Hacia un enorme liquidámbar. Rojo. Marrón. Naranja. Javier, dijo su mujer. Y mi hijo dijo qué. Y él dijo qué. Y su hijo siguió mamando. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Entrecerré los ojos, esperando ver brotar mil bolsas blancas de las ramas del árbol. Nada. Hasta que nuestras miradas se cruzaron. Un segundo. Dos. Doce. Setenta y ocho. Tras la ventana, comenzó a llover. El liquidámbar agitó sus ramas. Hay vida debajo de las cosas, pensé.
También pensé en su lengua.
En el equilibrio.
En la puta electricidad.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

DEIXE A SÚA MENSAXE DESPOIS DO SINAL

Non sei nin como comezar esta reseña. O libro que teño entre as mans marcoume tanto, foi tan especial, que non son quen de expresar agora con verbas o que supuxo o proceso creativo de Deixe a súa mensaxe despois do sinal. Foi un proceso doloroso. As miñas mulleres tocáronme moito. Chorei e rin con elas. Tocáronme tanto, que incluso despois de ter rematado a novela, seguín enganchada a elas moito tempo. Volvía recurrentemente a estas mulleres. A Carmela, a Sara, a Viviana e a Marina. Mulleres que nada teñen que ver comigo e que, pola contra son coma todas nós. Xa van varias persoas, que, tras lelo, me dixeron, elas teñen un pouco de todas nós. Si que é así.





Pouco máis teño que dicir. Esta novela pon de manifesto unha das miñas obsesións coma escritora. A ausencia de comunicación entre as persoas na era en que a tecnoloxía pon á nosa disposición todos os medios para que esa comunicación flúa. E só que, ás veces, o fluxo de comunicación é unilateral ou, non o sendo, ráchase por causas inesperadas. E tras rematar esta novela, quédame claro que a escrita é o meu contestador co mundo. Tan só podo agradecer a todos os que, ao cabo do libro están aí para escoitarme. 

viernes, 13 de octubre de 2017

OTOÑO ENTECIANO. ARTE. ARTISTAS.

Y ya estamos en otoño. En breve Winter is coming. Y por muy abandonadito que tenga mi blog, la cita con Esta Noche Te Cuento es ineludible.
Ahí va mi aportación. Ha quedado calentita. Será que este Otoño, ha salido más cálido de lo usual.
Y con colores cálidos, está pintando mi hija Xoana su nuevo cuadro. Como esta vez va de artistas, elijo su cuadro para acompañar esta lectura.
Buen Otoño a todo el mundo!!!!

Cuadro de Xoana Penas Portabales.

Dos cervezas, seis chupitos.

Me invitó a una cerveza. Yo lo invité a otra. Era muy alto. Me gustó su cuerpo. La longitud de sus brazos. La anchura de sus hombros. En cuanto lo vi, deseé pintarlo. Sacarle la ropa. Medir la distancia exacta de su cintura, sus caderas, su pecho. No era cuestión de musculatura, ni de belleza. Era la proporción. La de los dedos en relación con su mano. Su fémur comparado con su pierna.
Nos fuimos a otro pub. Un tequila. Otro. Limón. Otro tequila. Saliva. Su lengua y su aliento en mi cuello. “Preciosos ojos” dijo. Metió su mano bajo mi falda. Bajo mis bragas. Lo sentí dentro. Me colgué de su cuello. Nos movimos rítmicamente.  Gemí. Gimió. Gemimos. Intenté medir su pasión desmedida. Acaricié su pelo rubio. Tan rubio. Enterré mi rostro en su cuello. Memoricé el contorno de su cara con las yemas de mis dedos para poder pintarlo después.
No le di mi número. Ni lo volví a ver hasta hoy en la galería, ante su cuadro. Él me susurró al oído. “Hola, ojos de meiga”.
Yo medí mentalmente la distancia entre su nariz y sus labios.
 Y sin emitir un solo sonido, gemí. Gimió. Gemimos.

miércoles, 2 de agosto de 2017

TOCA IR DE VIAJE

Toca viajar. Toca publicar en Esta Noche te Cuento. Me he dedicado a perseguir un globo aunque mejor debiera haberlo titulado ¿Tienen pubis las sirenas????

Imagen tomada de internet
EL ÚLTIMO VUELO

El viejo, pitillo en mano, y con su gorra de capitán calada hasta los ojos, apenas presta atención al chiquillo. Con su otra mano, improvisa un nudo endeble en la muñeca del niño, mientras expulsa el humo del cigarro.
Cuando el nudo se deshace, el globo se eleva con ansia y urgencia. El viejo observa su ascenso fulgurante, entorna la mirada y persigue su vuelo hasta que no es más que un punto de sangre en el firmamento. Lo imagina meciéndose sobre otros cielos, mientras divisa puertos desde las alturas. Mil puertos. Esos que se visitan antes de llegar al mil uno. Puertos en los que huele a salitre, gasoil y desesperanza. En los que siempre hay mujeres de cuerpos ajados que se disfrazan de nuevos para un viejo marinero. El globo continuará su camino. Vislumbrará sobre las aguas coronas de espuma, argentinas como el pubis de sirenas ancianas. Finalmente descenderá con el sol, en el crepúsculo, para hundirse en las gélidas aguas de cualquier mar.
El niño rompe a llorar y tira de la manga del abuelo, sacándolo de su ensoñación.

El anciano tira el cigarro y pisa la colilla, mientras piensa que quisiera ser globo. Ser niño. Ser.

domingo, 25 de junio de 2017

#historiasconorgullo

Bueno, domingo por la tarde. El pasado concurso de Zenda ya se lo llevó el viento. Vamos ahora a por las historias con orgullo. Mi apuesta: Teresa vuelve a fumar.
Imagen tomada de Internet.



Teresa vuelve a fumar


Diez años desde que abandonó esa cajetilla en la mesilla de noche
Nueve tratamientos hormonales.
Ocho palizas a la salida de una discoteca.
Siete mil euros gastados en la sección de contactos de El País.
Seis sesiones al año para mantener el colágeno en los labios.
Cinco pelucas rubias.
Cuatro desengaños amorosos
Tres años ahorrando para una vaginoplastia por inversión peneana que la llena de orgullo.
Dos personas en una cama con la luz encendida.
Un polvo increíble con el primer hombre que le ha llamado Teresa sin dudar.

Abre el cajón de la mesilla, saca la cajetilla de Camel, enciende un cigarrillo, aspira el humo y dibuja  una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez volutas de humo tan perfectas que no sabe si reír o llorar.


domingo, 18 de junio de 2017

Puuuuuuuuuuuuuuum


Seguimos con Zenda.  Con la mujer a la que el viento ayudó a volar.
Imagen tomada de Internet
Puuuuuuuuuuuum


Salta del piso treinta y seis. Debería estrellarse contra el asfalto en apenas unos segundos. Si todo sucede conforme a lo planeado verá toda su vida desfilar frente a sus ojos. Así que se prepara para ver pasar a toda velocidad el patio de su colegio, una Barbie Malibú, un traje blanco de comunión, un beso en el patio del instituto, la facultad de Filosofía, una tarde de cine, el interrail por Europa, la boda con Javier, el nacimiento de Iván, los papeles del divorcio, la nueva novia de Javier. Puuuuuuuuuuuum.
Nada. No hay impacto. Abre los ojos y ve que apenas ha descendido unos metros. Cinco o seis. El viento la mece suavemente. Se aleja del rascacielos. Su pelo se alborota y una sensación de levedad se apropia de ella. Se siente como aquel globo con forma de Spiderman que un día escapó de la muñeca de Iván.
Así que vuelve a cerrar los ojos e imagina una nueva vida. Con Javier. Sin Javier. Da igual. Se ve a sí misma encontrando trabajo. Pagando el alquiler y evitando el desahucio. Recuperando la custodia de Iván. Conociendo a un hombre encantador en la cola del súper. Y hasta le da tiempo a aceptar su invitación para ir al cine. Revive una cena con ese hombre, al que bautiza como Jorge, en un restaurante tailandés al que siempre había tenido ganas de ir. Deja que la acompañe a su casa. Y hacen el amor en el ascensor, porque son incapaces de esperar a llegar arriba. A ese piso treinta y seis donde hace apenas unos minutos fue tan infeliz.  Se besan, se lamen, se desnudan...
Cuando se estrella contra el suelo, siente un orgasmo tan intenso, tan de verdad que no percibe nada de lo que sucede alrededor. Ni siquiera que hace ya seis segundos que el viento ha dejado de soplar.