Agoniza el año y de la misma manera, agoniza este blog mío al que tengo abandonado. La verdad es que no hay mucha explicación. No soy tan versátil como pensaba y los nuevos proyectos que van surgiendo me van quitando tiempo para lo demás.
A pesar de ello no he podido resistirme a despedir el año en ENTC, que es mi casa y los que allí escriben y publican, casi mi familia.
Ahí va mi granito de ese mes. De nuevo una protagonista que entra dentro del estereotipo de Mujeres Desesperadas.
Lo dicho. Despedid bien el año. Y que el que viene nos traiga felices y renovadas letras.
Clarividencia
Inés se cubre los ojos con un pañuelo negro y todo recupera su olor, forma y textura. Se pasea por su casa acariciando objetos. El eco de las campanadas aún le resuena en la cabeza. Percibe la frialdad de la vajilla de Limoges. Apoya su mejilla en el frío cristal de Bohemia. Casi consigue dejar atrás los abrumadores destellos de la Navidad. Porque desde que se operó, ese mundo de luces le está jodiendo la vida. Cuando todo era oscuridad el mundo tenía más brillo. Esos haces luminosos que viajan a 300.000 kilómetros por segundo le rasgan la córnea, el iris y el alma. Le duele el alma. Le duele esa luz que le hizo verlo como era realmente. Le duelen sus mentiras. Sus ausencias. Y sus presencias ausentes. Incluso hoy. Por eso lo hace. En cuanto él sale por la puerta, ella recurre al pañuelo negro de seda. Y por unos instantes vuelve atrás, a cuando el mundo se reducía a un inmenso agujero negro. De nuevo sus ojos son unos ojos que no ven. Y así y solo así, consigue tener un corazón que no siente.