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martes, 25 de abril de 2017

SEGUNDA RONDA DE LA COPA: CANTAUTORES

Superada la primera fase de la copa. Bien jugado Cristina y Raquel!!!!! Ya en segunda ronda toca hacer un homenaje a los cantautores. Mi contrincante es Anna López Artiaga. Y la canción que nos inspira: 19 días y 500 noches. 






He decidido hacer un Rewind. Me encanta hacerlos (este no es el primero que hago). Pero no me culpéis. ¿A que sería genial poder dar marcha atrás a nuestro antojo?


HAGAMOS UN REWIND

Como en esas cintas VHS de los ochenta. Tras quinientas noches de ausencia aparecerías en un taxi, lanzarías dos besos, caminarías marcha atrás, entrarías en  casa y colocarías tu rostro en el espejo y tu ropa en los cajones, justo después de que te dijese que quería quererte tras un fin de semana lleno de besos, piel y saliva. Entonces retrocederíamos rápidamente hasta ese bar de Malasaña. Tú estarías apoyada en la barra. Yo me fijaría en tus piernas infinitas. Me acercaría a ti y mi voz canalla susurraría por segunda primera vez: “Camarero, un güisqui on the rocks”.

miércoles, 19 de abril de 2017

INSTRUCCIONES PARA LA MICROBIBLIOTECA

Feliiiiiiiiz, porque en la Microbiblioteca han seleccionado este relato y me cuelo ya en el librito anual. Nivelazo en los acompañantes y en la ganadora mensual Rosa Martínez. 
En la Microbiblioteca han acompañado el relato con un dibujo infantil. Mi hija Sabela se ha pasado toda la tarde haciendo uno para mí, no fuera a ser que colgase un dibujo de niño ajeno!!!!

Dibujo de Sabela Penas Portabales
Instrucciones para seguir viviendo después de una llamada de la Guardia Civil a las tres de la madrugada un sábado de febrero

Hágalo ya. Convierta su habitación en estudio de yoga o sala de estar. Tírelo todo. Móvil. Tablet. Libros. Vacíe el desván. Nada de ropa vieja. Deshágase de las carpetas escolares.  De esos dibujos de casas unifamiliares con chimeneas humeantes (inexplicables en un niño que siempre ha vivido en el piso 16 de un bloque de apartamentos), rodeadas de jardines verdes (ese verde luminoso que solo existe en el paquete de ceras Milan). Los apuntes de la Universidad también. A la basura. Silencie el móvil. Consuma telebasura. Evite los telediarios. Y la información del tráfico. Durante las comidas, limite los temas de conversación con su marido. Fútbol. El tiempo.   
Mejorará. Pero aun así, con la casa y el desván vacíos, el teléfono apagado, la tele encendida en su nueva sala de estar que puede hacer las veces de cuarto de yoga, y una conversación trivial que versará sobre las nieblas matutinas, seguirá teniendo irreprimibles deseos de llorar a todas horas. 
Pero al menos sentirá que, esta vez sí, ha hecho todo lo posible para evitarlo.
Me refiero al llanto, claro. 



ARRANCA LA COPA ENTC.

Comienza la Copa del Microrrelato. Primera fase con unas durísimas contrincantes.
Estos son los números de la PRIMERA FASE:

  • 3 escritoras Dos gallegas (Cristina Requejo y yo) y una Palentina, mi RECompañera Raquel Lozano.
  • 100 palabras.
  • 2 objetos obligatorios: jabón y Postales de La Habana.
Que ruede el balón...o las palabras


Y aquí va mi propuesta:


DOMINGO DE PASCUA

Resucité al tercer día, como mandan los cánones. Me dirigí a casa  y entré a hurtadillas para no asustarlas. Marieta hacía pompas de jabón apoyada en la ventana. Mi esposa bailaba de espaldas a mí. No reconocí el disco. La portada, sobre la mesa, me recordaba a la de esas postales de La Habana que tenía mi abuela. Parecían felices. Ni asomo de la desolación que había imaginado. Decidí marcharme. Ya de vuelta en mi nicho, me acomodé torpemente y cerré los ojos. Supongo que fue entonces cuando descubrí que los muertos, por mucho que lo intenten, no pueden  llorar. 

lunes, 17 de abril de 2017

QUINIENTAS LUNAS GRISES



Imagen tomada de internet. Publicada por la Nasa. Imagen de la expedición Apolo XI


Quinientas lunas grises

Voy a contaros una historia”, dice el viajero.
Se comunica con ellos a través del pensamiento. Resulta más fácil de lo que había imaginado durante el aprendizaje. El viajero tiene miedo. El jefe de los hombres grises lo mira con su único ojo. 
“¿Qué es una historia, viajero?”
El viajero había sido el número uno de su promoción en Yale. Es experto en física cuántica y astrofísica. Ha resultado elegido por la NASA entre más de cinco mil aspirantes para su misión. Y sin embargo, no sabe contestar esa pregunta. 
Los habitantes lo rodean. El círculo que forman a su alrededor se va estrechando. Siente su aliento. Intuye el peligro.
“Llamadme Ismael”, grita el viajero. Y les ofrece imágenes de océanos profundos. Muestra la lucha de un hombre contra un ser gigante, como nunca han visto en ese planeta gris. Sabe que está salvado cuando el jefe hace un gesto con su extremidad derecha, un tentáculo largo y filamentoso. Cuando acaba la historia, todos quedan en silencio. 
Eso sucedió hace tres días. Ahora está en su poblado. Según lo planeado. Quedan muchos meses para ganarse su confianza. El poblado también es gris. Los habitantes son seres cenicientos y solo su ojo amarillo rompe la monocromía del planeta. Hasta su luna despide una luz plomiza que se confunde con la línea del horizonte.
“Viajero, cuéntanos otra historia”, le piden cada día. Y él abre su mente, como si fuese un gran libro. Les habla de Huck y del joven Jim. Les explica lo que es la libertad. Y a ese día le siguen otros días. Otras historias. Como la del hombre que confundía molinos de viento con gigantes. No alcanzan a entender la angustia de Gregorio Samsa. El viajero, explica que así se siente él. Distinto. Y lo comprenden. Les habla del amor. Heathcliff y Catherine. Viajan por el planeta azul del viajero subidos en globo. 
Se suceden los días. Las historias. Hasta que un día se acaban.
“Viajero, cuéntanos una historia”. 
El viajero calcula que faltan tres meses para que vuelva el equipo de rescate.
“Viajero”, claman los habitantes. 
Y el viajero, que ha sido el primero de su promoción en Yale, y es capaz de descifrar una pizarra llena de ecuaciones, no recuerda más relatos.
El jefe se impacienta. Aparece en su ojo amarillo un destello de furia.
“Se llamaba Mary Jane”, improvisa el viajero. “Era la chica más bonita del instituto. Y yo un jodido empollón. No sabéis lo difícil que es para un cuatro ojos, presidente del club de ciencia del instituto de Ohio, salir con la chica más popular del instituto. Pero a Mary Jane le gustaba mirar el firmamento. Un día me pidió que le explicase qué era una lluvia de estrellas. Que la acompañase a ver una. Le enseñé a dibujar constelaciones con su dedo índice. Casiopea. Andrómeda. Y nos hicimos amigos. Como lo somos nosotros ahora. Un día la besé. No entenderéis, ni en cien lunas grises, lo que se siente”.
Y el viajero sigue hablando. Día tras día. Luna gris tras luna gris. Les cuenta otras historias. Las suyas. La beca en Yale. La muerte de su madre por un cáncer de páncreas. La boda con Mary Jane. Su primer empleo en el Instituto de Ciencias de Ohio. La llamada de la Academia Nacional de Ciencias. El nacimiento de Rose.
Intercala esos grandes acontecimientos de su vida con historias comunes. El sabor de la hamburguesa con pepinillos en el bar de Al. La primera función de Rose, en la que lloró tanto que no quiso subirse al escenario. También les cuenta que añora la tarta de arándanos de su madre. Todos juntos saborean la cremosidad del queso fresco que contrasta con la  acidez de los frutos rojos.
Y un día les habla del accidente que sufrió Mary Jane en Arlington Street. Y ve el horror en sus caras cuando desvela que ella falleció en el acto. No así la pequeña Rose. Rose aguantó casi setenta horas. Porque era una pequeña luchadora. Y les muestra el rostro de aquel conductor borracho.
“Él es tu Moby Dick”, sentencia el jefe. 
También les habla de la tristeza. “¿Qué es la tristeza, viajero?”. “La tristeza es una lluvia de estrellas sin Rose ni Mary Jane”, responde. Confiesa que es la tristeza la que lo llevó a presentarse voluntario para esa misión.
Y finalmente explica su misión. Faltan apenas diez lunas para que sus compañeros vuelvan. Esperan que él se haya ganado su confianza. Les cuenta que los viajeros que vienen no lo harán en son de paz. Que ambicionan ese planeta gris. Que no se conformarán con contar historias. 
“Todos moriréis”, grita. Y mil imágenes de destrucción se desploman sobre ellos.
Los habitantes lo miran con horror. Los mismos ojos que habían llorado la muerte de Mary Jane y de la pequeña Rose, se fijan al unísono sobre el viajero.
“Viajero, dinos que eso es también una historia”.
Y el viajero niega con la cabeza. Les dice que deben sacrificarlo a él. Dejar su cadáver en el centro de la llanura. Luchar contra los humanos. Y el jefe responde que no puede. Que son amigos. Como Huck y Jim. 
Pero el viajero explica que es necesario.
Los habitantes grises lloran con su único ojo amarillo, por el viajero que llegó del cielo, repleto de historias.
Todos lo acompañan a la gran llanura. Está a punto de anochecer. El gran jefe, enrosca su largo tentáculo alrededor del cuello del viajero y aprieta fuerte. “Te echaremos de menos, viajero”. 
El viajero extiende el dedo índice. Con ese dedo dibuja el perfil de una imaginaria Osa Mayor. Y siente que el corazón se ralentiza a medida que el jefe presiona más y más fuerte. Aunque sabe que da igual. Que ya se paró hace cuatro años en Arlington Street. Fija sus ojos en la luna gris que emerge en el horizonte.
Y sonríe.



domingo, 16 de abril de 2017

Una bufanda, Cygnus Loop y una tarta de galletas.

Vamos a agradecerle a Zenda que le esté dando vidilla a todos los blogs con sus concursos de escritura. Y con más ganas si el tema son los libros. Lo dicho, pasen, lean (y busquen su estrella)
By NASA/JPL-Caltech - This file was derived from  Cygnus Loop Nebula.jpg:, Public Domain,

Una bufanda, Cygnus Loop y una tarta de galletas

No hay nada más hermoso que la imagen ultravioleta de la nebulosa Cygnus Loop. Así que acostumbro a cerrar los ojos y a recrear esa imagen. Para eso sirven las estrellas. Se iluminan para que cada uno pueda encontrar algún día la suya. Me tatué esa frase de El Principito en el antebrazo izquierdo. Y una rosa en el derecho. Por si acaso me da por abrir los ojos. Por si acaso me da por romper la norma número uno y dejar de pensar en cosas bonitas. Aunque no suelo hacerlo. Prefiero quedarme así, con los ojos cerrados. Esperando. Ni cuenta se dan. Cierra los ojos y piensa en cosas hermosas, me aconsejó Lidia el primer día. Claro que el concepto de belleza es subjetivo. ¿Has visto alguna vez algo más bonito? Mi madre suele preguntarme eso cada domingo, mientras coloca en el centro de la mesa una tarta enorme de coco y galletas. O cuando me enseña una bufanda que me está calcetando. Para que no tengas frío, nena. Que todo el día me andas fuera de casa. El concepto de belleza es subjetivo. Está claro. Cierro los ojos más fuerte y me concentro en una galería de imágenes del Universo. Centaurus A, la galaxia caníbal.  Él empieza ahora a embestir fuerte. Se mueve cada vez más deprisa. Me esfuerzo por acompañarlo con un rítmico movimiento de caderas. Cierro los ojos aún más. Hasta que me escuecen. Piensa en cosas hermosas, dice Lidia. Pienso en el Telescopio Hubble. En una luna de Saturno. Cuando llego al cinturón de estrellas de Orión, el hombre eyacula con un gemido bronco, gutural. Deben ser casi las once de la noche. Mañana tengo un examen. Me tengo que ir ya. Aún me daría tiempo a atender a otro si no fuera porque todavía tengo que repasar. Le diré a Lidia que se lo quede ella. ¡Mierda! Solo son las once menos cuarto. Da igual, le diré a mamá que han cerrado la pizzería antes. Y claro, empezará con el sermón.  "Ay nena, de qué me sirve que seas tan lista, si más te valía trabajar en un Zara o en un Primark o estudiar para peluquera, que yo que sé, mira la niña de la Charo, que ya se colocó nada más salir de la academia de peluquería y tú todo el día con las estrellas. ¿Dónde se ha visto que eso dé para comer? Y estas becas, ¡ay Señor! que no alcanzan para nada. ¿Y cuándo me estudias, reina? Si entre las clases y el trabajo en la pizzería ya no te queda tiempo. Y mira la niña de la Charo... Si la culpa es mía por dejarte leer tanto. Y del Julián, por supuesto. Mira la chifladura esa que te ha entrado con los planetas. ¿Y a dónde me vas sin tu bufanda?, que es abril, pero las noches son frescas....”

Y sí, claro que la entiendo. Que tiene razón. Ya me gustaría a mí conformarme con ser como la hija de la Charo. Si lo tiene fácil. Si lo jodido es estudiar astrofísica cuando tu madre es viuda y limpia portales. Lo jodido es que a una le pongan en la ESO profesores increíbles como Julián, que te regala una primera edición del Principito y te enseña que las estrellas están ahí para eso. Para brillar. Para que tú encuentres la tuya. Lo jodido es que la beca no te dé para la matrícula, los libros, la clases de inglés, y el viaje a Estados Unidos que quieres hacer al acabar la carrera. Lo jodido es tener que cerrar los ojos mientras haces una mamada por sesenta euros. Así que ya me gustaría a mí conformarme con hacerle las uñas de gel y la permanente a las señoras de mi barrio. No. Lo mío sí que es jodido. Y lo peor, mentir a mi madre. Que ahora, justo ahora, está sentada delante de la tele, viendo la temporada cien mil de “Cuéntame”. Cuéntame, podría decirme. ¿Y qué te cuento mamá? Que la pizzería ha cerrado antes. Que le he pedido al dueño unas horas para estudiar. Y tendré que decirte también lo otro. Lo del viaje. No hoy. Hoy ya tengo bastante. Quizá para el mes te lo diga. Te llevaré a comer a un centro comercial. Y ahí ya te lo cuento. Que después de licenciarme, me iré. Que ya tengo los billetes sacados. Para el 16 de julio. Que si todo va como pienso, conseguiré una beca para hacer un posgrado en la Universidad Embry-Riddle. Me voy a Florida, mamá. Eso te diré.  A ti, la mujer que friega suelos y encuentra la belleza en una tarta de galletas. Y me enfadaré cuando no me entiendas. Si ya sé que no me vas a entender. Me voy a Florida. Eso te lo puedo decir. A hacer lo mismo que aquí. Eso no. Eso no te lo diré. La culpa es mía. Por no ser como la hija de la Charo. La culpa es de Julián, por regalarme ese libro, por enseñarme a no conformarme.  Me voy a Florida a cerrar los ojos fuerte. Y a pensar en algo bonito, como dijo Lidia. Me voy a Cygnus Loop. No. Todo eso no te lo puedo contar. Te diré solo que me voy. Que me llevo la bufanda. A Florida. Qué ridículo. Da igual. Te diré que echaré de menos tu tarta de galletas. Qué sé yo qué te diré, mamá, qué sé yo...