Ilustro el relato con un dibujo que me regaló una alumna del Sagrado Corazón de Carballiño (Vanesa) con ocasión del taller de microrrelato " Cómo habla un ornitorrinco". Las musas, si existen, seguro que son así.
No mires a los ojos de las musas
No había planeado enamorarme de ella. Sucedió sin más. De la misma manera que uno no planea que llueva en los funerales o que amanezca después de anochecer.
Solía llegar al alba. Se colocaba detrás de mí y me susurraba al oído mil historias. Esas que hicieron de mí un escritor de éxito. Debí conformarme con su voz de plastilina acariciando mi cuello. Pero rompí las normas y me giré. ¡Dios, qué hermosa era! Tenía el cabello azul y los ojos amarillo limón. Besarla fue como beber una primavera. Olía a madre, a puchero de domingo y a hierbabuena. Me volví loco. Dejé de escribir bajo sus dictados, para amarla según los míos. Y cuando me di cuenta de que llevaba meses sin escribir, le mentí. Le dije que no la amaba. Pensé que así recuperaría a mi musa. Menudo gilipollas.
No he vuelto a verla. Desde que se fue, la busco sin éxito en libros ajenos. Solo sé que no puedo olvidar su mirada ácida y dorada. De la misma manera que nadie puede hacer que salga el sol en este funeral que es mi vida ahora.
O que después de esta noche, llegue el alba una vez más.
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