Y yo me he sacado otro protagonista de la manga: El semáforo:
Como los gatos.
Yo era uno de los pasajeros del Yak-42. Esa fue mi quinta muerte. Y fue muy traumática. Mala, lo que se dice mala, no. Rápida. Indolora. Pero estúpida y evitable. No como la primera. La primera, la del semáforo, esa sí que no pude evitarla. La segunda la malgasté con la heroína. La tercera fue un atropello común. De nuevo fue culpa de un semáforo. La cuarta fue la más devastadora. Leucemia. La quinta… De la quinta ya he hablado. La sexta fue producto de las estadísticas. Soy uno de esos gilipollas que se parten el cuello al resbalar en la ducha. Así que he comenzado este año, como el resto de los humanos. Con las horas contadas. Convencido de que esta vida, la última, la disfrutaría al máximo.
Pero no contaba contigo.
Te vi a lo lejos. En el semáforo de Callao. Al igual que aquella tarde. Con un abrigo rojo, y tu pelo trigueño un poco más largo. Estabas más delgada. Pero eras tú. Al verte, el corazón se me salió del pecho. Se me paró de repente. Y quince años después, el muy estúpido, volvió de nuevo a partirse, dolorosa e inevitablemente, en dos.
Para que veas Arantza, que el blog no agoniza, siempre habrá quien lo visite. El relato está muy bien, con las siete vidas de los gatos.
ResponderEliminarUn beso
Gracias Epi, por visitar mi nube y dejar tu huella en ella. Besos gatunos
ResponderEliminarSolo tú eres capaz de, a través del tema perros y gatos, contarnos una historia así.
ResponderEliminarMe encanta el ritmoo, tan tuyo, tan cercano.
Bien por tus letras y adelante con esta nube, que rebose de historias.
Beso.
Tú qué me quieres bien!!!
EliminarMe encantó!!!
ResponderEliminarCelsius
Graciaaaaas
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