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jueves, 11 de enero de 2018

ES TIEMPO DE... MICROBIBLIOTECA

No sé que tiene la Microbiblioteca, que siempre me sorprende. Le tengo mucho respeto a este concurso. Por eso, cuando como hoy, me entero de que un micro mío ha ganado allí, me asalta una sensación que solo puede describir como una mezcla de rubor e incredulidad. Rubor, por que sé de todos los grandes escritores que participan cada mes. Incredulidad porque siempre pienso que mi micro no estará a la altura. Esa sensación se multiplica hoy, cuando mi relato ganador, es un relato con una voz muy poco "Portabales", muy críptico, con doble o triple elipsis y cuasiexperimental.
Sea, como sea, feliz de estar ya en esa final anual de junio, y gane o no gane, intentaré estar en Barberá en Septiembre.

Imagen tomada de Internet

Diagrama de causa y efecto

El día que murió H. Manrique, Darío Jardiel, subió al metro por primera vez en diez años.  Mientras los hijos de Manrique redactaban la esquela, Darío se situó detrás de una mujer rubia de abrigo rojo. Mientras los amigos de Manrique se acercaban al tanatorio como hormigas en formación, Darío, lentamente, deslizó su mano por su espalda, hasta detenerla en su culo. Mientras llegaban las coronas de flores, Darío apretó su mano sobre las nalgas de la mujer. Mientras la mujer de Manrique lloraba, Darío comenzó a frotarse rítmicamente contra ese abrigo rojo. El cura preguntó a los hijos de Manrique cuándo sería el oficio, mientras Darío jadeaba en la oreja de la mujer.
Ambos acontecimientos discurren paralelos, como universos de ficción. Manrique sigue muerto. El cerdo se frota contra la rubia. No se aprecia relación entre ambas historias. Aunque les aseguro que si Manrique no hubiese resbalado en la ducha, Darío no estaría ahora a punto de correrse en un vagón abarrotado de metro.
Ahora me retiro y los dejo solos para que especulen a dónde va la rubia, por qué resbaló Manrique, o por qué demonios Darío no cogió, como cada día, el autobús número dieciséis.



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