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domingo, 26 de agosto de 2018

PROCRASTINAR

No puedo titular de otra forma esta entrada. Mi eterna manía de dejarlo todo para el final. Sobre la campana escribo este relato para ENTC.  Pero qué le vamos a hacer. No me da la vida.
En fin, la fotografía de este mes era esta de Cristina García Rodero. Sábanas, madres, regañinas maternas. Y esto fue lo que salió. Espero que os guste.




El último pensamiento del sargento Juan Soler. 

Noviembre. 1938. Observen a ese sargento que está a punto de ser ajusticiado contra un muro.  Con esa dignidad propia de los vencidos, mantiene la mirada fija en el muchacho que va a dispararle. Deja su mente en blanco. En sus ojos, bajo el recuerdo de todos los hombres que mató en la última batalla cuando aún no sabía que sería la última, encuentra una imagen de su infancia: su madre, cantando en la era mientras tiende la colada. 
Giren ahora la vista ciento ochenta grados. El que apunta es un soldado raso de apenas diecisiete años. Fíjense en el temblor anárquico de su mano derecha y en cómo escudriña los ojos del ajusticiado. Ya saben lo que está viendo. Lo que no saben es que el muchacho reconoce en la madre del sargento a la suya propia. La naturaleza siempre, inexorablemente, acaba encontrando nuestro punto más débil. Es por eso que solo cuando esquiva la mirada del hombre, consigue apretar el gatillo. 
Luego se acerca al muerto. Con la misma mano derecha, le cierra los ojos. Aunque sabe que ya nunca dejará de ver esa era. Ese vaivén cadencioso de las sábanas. Nunca dejará de ver a esa madre.